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Pedro
tiene 44.Lo sé porque trabajamos juntos durante 5 años.
Delgado, fibroso y nervioso, era el prototipo de persona que gasta más energía de la que consume porque no es capaz de estar quieta un sólo segundo.
Hasta que la vida te frena en seco.
Lo vi cruzar el parque en el que estábamos tomando una cerveza (sin alcohol) hasta que pasó por delante de mi mesa. Él no me vio, por eso hice lo que habría hecho cualquiera: llamarlo por su nombre
—¡¿Pedro?!
Cuando se giró hacia mí, me di cuenta de que algo no iba bien.
Su cara —ahora hinchada—, y sus ojos —apagados y lejos de nuestra realidad—, chocaron contra la imagen que guardaba de él en mi memoria.
El Pedro que yo conocí quedó atrapado entre la puerta del conductor y el asiento del copiloto cuando un Seat León a toda velocidad chocó lateralmente contra su coche.
Latigazo cervical, protusiones y hernias discales por doquier. El fin de su vida tal y como la conocía.
El Pedro de ahora me cuenta que lleva 3 años medicado contra la depresión y el dolor, que tiene micropérdidas de consciencia a causa del accidente, que apenas puede hacerse cargo de su hija de 7 años y menos todavía del hijo de 13 meses que fue el error de una noche de Viagra con la que trató de salvar su matrimonio.
Apartado de su trabajo, sin carné de conducir, con una discapacidad reconocida del 55% y con una prestación que finaliza en pocos meses lleva tiempo recogiendo comida del banco de alimentos y de las casas de sus familiares.
Trató de evitar el accidente moviéndose al carril derecho porque lo vio venir por el retrovisor haciendo zigzag, pero su maniobra causó el accidente. En menos de 2 segundos todo se convirtió en ruido y cristales.
Está cansado.
—Me han prohibido beber alcohol, por la medicación, así que bebo Fanta y CocaCola.
Le digo que hace más de un año que yo no tomo alcohol, que no tiene sentido. Al menos ahí se siente en igualdad. Comentamos algunas anécdotas del trabajo y ríe con una risa pesada y costosa, de las que llevan tiempo encerradas y se toman su trabajo para salir a flote entre diazepanes, alprazolanes y lyricas.
Pedro eres tú y soy yo.
Somos los Pedros justo antes del microsegundo que cambiará nuestras vidas.
Ayudemos a los Pedros de ahora y vivamos mientras podamos como los Pedros de antes.
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Nombre ficticio.