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—Mira—me dice mientras la sostiene por su hombro derecho.
En su brazo aparece una estrecha cinta de color rosa claro con dibujos infantiles tapando un círculo perfecto que apenas levanta un par de centímetros de altura.
La cara de Fernando lo dice todo.
Isabel tiene 6 años. Lo sé porque la conozco desde el día que nació. Su abuelo, Fernando, la ha llevado en volandas desde entonces porque es su única nieta; la niña de sus ojos.
Recuerdo la alegría que transmitía cuando nació; recuerdo cómo me contaba que había empezado a gatear, a caminar, a balbucear sus primeras palabras.
Abuelo orgulloso, abuelo feliz.
—Mira—me dice mientras la sostiene por su hombro derecho—Diabetes. Con 6 añitos.
Su cara lo dice todo.
2
He ido al dermatólogo del seguro.
Desde hace tiempo tenía en la nariz una especie de rojez y una pielecita minúscula que no acababa de desaparecer. Podía pasar tiempo sin notarla hasta que ¡boing! aparecía de nuevo, inquietándome.
Si algo he aprendido con el tiempo es que las heridas que no cicatrizan no son un buen augurio, así que aproveché, pedí cita y, con la excusa real de lo de la nariz, me hice un revisado completo de pecas y del estado general de mi piel
Pecas: ok.
Cabos de vena: ok.
Manchas de la cara: una de ellas quemada con nitrógeno.
Nariz: lesión pre-maligna. Quemada con nitrógeno.
Por lo que parece, la lesión estaba en sus etapas más iniciales y no vi preocupación de algún tipo en la dermatóloga, cosa que calmó mis ganas de ir a cagar diarrea. Un par de consejos sobre cómo curarme las heridas y que me ponga crema y que… bueno, lo que todos ya sabéis sobre proteger la piel.
El año que viene, revisión.
:-)
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