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Todo conocemos o tenemos familiares especialmente cultos. Personas que han dedicado ingentes cantidades de tiempo, dinero y esfuerzo a conseguir metas vetadas a la gran mayoría de la población: hablar 5 idiomas, viajar a 50 países, poseer los títulos de 5 carreras universitarias.
Proezas.
Soberbios. Engreídos. Ególatras. Condescendientes.
De nada sirve a este personaje tener la mayor de las culturas si no sabe encajar un artístico no por respuesta, aceptar la derrota en 5 idiomas o marcharse a llorar en las tierras de 50 países.
Porque ser culto no te exime de ser imbécil, ni te hace mejor persona, ni te da habilidades exclusivas. Porque el tiempo es limitado y emplearlo en un aspecto de tu vida evita que lo dediques a otro. Porque el fontanero que escribe ‘vamos haber’ es capaz de instalarte la cocina en 2 horas mientras miras, absorto, cómo lo hace y sujetas tu último título de máster bajo la axila derecha sudada, peluda.