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Cerillas, velas, agua embotellada, latas, arroz, pasta y pilas son algunas de las cosas que mi suegra lleva almacenando meses en su garaje. Los medios de comunicación aumentan constantemente la sensación de fin del mundo y el mensaje cala en la población general y en mi padre y mi suegra en particular.
Mi padre completó hace algunas semanas su proceso de independización —como él lo llama— con la instalación de canaletas y depósitos para la recogida del agua de lluvia en su tejado. Junto a los paneles fotovoltaicos —que le proporcionan hasta 4 kWh de electricidad— y el acumulador solar —con el que dispone de agua caliente sanitaria por toda la casa— el agua de lluvia recogida en dos depósitos de tamaño considerable le garantiza agua de consumo si la potabiliza o agua de riego para sus jardines en caso de necesidad.
Mi suegra y mi padre no viven juntos, pero sus mentes funcionan de forma parecida.
Ellos tienen su plan en la cabeza. Un plan con fisuras. Un plan que no funcionaría en ningún caso pero que crece junto a ellos, que riegan y que los tranquiliza, que de eso se trata, de vivir tranquilo.