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En ‘El acontecimiento’, Annie Ernaux relata de forma autobiográfica las dificultades que encontró para abortar en la Francia de los años 60. Una búsqueda a la desesperada y a contratiempo para sacar de sus entrañas ‘el problema’ [sic] en un viaje que la condujo por los estrechos pasillos de una mente habitada por el miedo, la culpa y el rechazo social.
En casa, Paula sufrió dos abortos. Digo sufrió porque los sucesos no deseados se sufren, duelen y marcan para siempre.
Dos embarazos frustrados causados, probablemente, por un problema con la TSH (hormona tiroidea) elevada que dos ginecólogos diferentes no supieron valorar correctamente. Dos embarazos interrumpidos en la semana 8/9, un legrado uterino y muchas visitas a la unidad de planificación familiar, análisis y estudios genéticos que se resolvieron con una tercera ginecóloga que contradijo el dogma impuesto: una TSH superior a 4 mUI/L es causa probable de aborto espontáneo.
Eutirox, TSH en 2 mUI/L y un embarazo perfecto a término.
Fueron meses duros de miedo, de culpa y de rechazo social.
Como Annie, pero distinto.
2
Estuvimos de puente en un hotel de Alfàs del Pi, una población costera alicantina cercana a Benidorm y pegada, espalda con espalda, a Altea.
Hacía años que no pisaba un hotel y pudimos reservar habitación en el Albir Playa, un cuatro estrellas que se parecía mucho más a un tres que a un cuatro por el estado de sus habitaciones. Aún así pudimos disfrutar de tres días de tranquilidad, largos paseos, buffet libre, duchas calentitas, playas de piedras, dolor de pies y estreñimiento.
Aprovechando la cercanía, decidimos ir a visitar Benidorm, la meca de la ancianidad, el destino dorado de la jubilación, el paraíso de la Viagra… para ver qué es lo que atrae de ese lugar a sus visitantes
Vimos muchos extranjeros entrados en años sin camiseta caminando por el paseo marítimo; vimos rascacielos altísimos, como el Intempo (202 m); vimos bares, restaurantes y locales de ocio nocturno cada 15 metros. No vimos nada que justificara nuestra visita, así que subimos al mirador que separa la playa de levante de la de poniente y abandonamos la ciudad por donde entramos, quitándonos de encima el olor a Brummel y a sudor rancio, las perlas en las orejas y ese moreno enfermizo que parece chocolate a la taza y que lucen —como la más cara de sus joyas— los visitantes del norte de Europa a los que el cáncer de piel, por edad, no llegará a alcanzarlos.
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Me han estafado en internet (por tercera vez).
La primera fue en Wallapop. Un listillo puso una Nintendo Switch a un precio barato pero razonable y piqué el anzuelo como Shakira.
Denuncié en la Guardia Civil, pero jamás recuperé los 250 EUR.
Me juré tener mucho más cuidado a la hora de comprar por internet porque yo soy perro viejo y llevo en internet desde que salió.
La segunda vez aparecieron unos cargos en mi cuenta bancaria que no reconocí. Estaban hechos desde una ciudad de EEUU y eran compras de entradas a un parque de atracciones. Encima con guasa.
Nunca supe cómo habían conseguido mis datos de tarjeta, pero mi teoría es que tuvo que ver con una compra que hice en AliExpress o en la tienda de aplicaciones móviles de Samsung.
Denuncié al banco y en unas semanas mi dinero estaba de vuelta en la cuenta.
En esta tercera ocasión me la metieron doblada por inepto, por estúpido, por crédulo. Quería unas zapatillas de entrenamiento de la marca NOBULL y escribí NOBULL en Google.
La primera página que aparece es la oficial, pero tiene el prefijo uk (Reino Unido) por lo que entendí que había delegaciones en países. Busqué la española y entré en nobullxespana.com a dejar que me robaran impunemente.
La página y el proceso de compra no se distingue prácticamente en nada de la original, es casi una copia 1:1 a excepción de que en el correo de confirmación de mi compra no ponía NOBULL, sino TECHSETTER. Resulta que son los mismos que gestionan más páginas de venta de ropa como nobullespaia.com, nobullespana.com, nobull-espana.com, tiendanobullespana.com, pikolinos.eu o mujerclothes.com.
Indagando descubrí el fraude, contacté con el banco, rellené los formularios hechos para la ocasión, adjunté la documentación que me pidieron y ahora espero, sentado, a que alguien de las altas esferas decida que soy digno de recibir un reembolso porque fui estafado por imbécil.
Lo curioso de este asunto es que la tienda envió algo. Yo tenía un número de seguimiento que coincidía con un envío China → España y que se actualizaba en Correos. El jueves 10 recibí una notificación diciendo que habían intentado entregar el paquete pero que no estaba en casa y que lo dejarían en la oficina de Correos más cercana.
Yo flipaba.
El viernes 11, por pura curiosidad y sabiendo que era una estafa, fui a Correos a reclamar las zapatillas. El empleado teclea algo en su ordenador, entra en la trastienda y sale con un paquete del tamaño de la palma de mi mano: ¡unas microzapatillas!.
—Son 6,10 EUR. Lleva un recargo de aduanas—me informa.
JAJAJAJAJA.
Evidentemente le dije que no quería saber nada de ese paquete y que se devolviera a origen. Eso sí, me quedo con la duda de qué es lo que han enviado: ¿una carta en chino? ¿un nude del vendedor? ¿un posavasos? Hagan sus apuestas.
En fin, me juro a mí mismo tener más cuidado.
Ahora, en serio.
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