Todo comienza con un punto parpadeante blanco, minúsculo y apartado del centro del campo visual, como el inicio de un precipicio.
Sé lo que va a ocurrir a continuación y me preparo.
Me siento, tranquilo, allá donde esté y respiro, dejándome arrastrar hacia lo incomprensible. Atrapado.
El punto blanco se hace más grande, deja de ser un punto y comienza a adoptar forma de C. Me cuesta leer lo que tengo delante y no puedo enfocar con claridad a no ser que desvíe la mirada a un lateral del objeto que quiero ver.
El parpadeo se hace más visible y puedo percibir colores: a veces puedo ver rojos, azules, verdes y amarillos como lenguas solares emergiendo del núcleo madre, como los destellos que aparecen en las fotografías a contraluz.
Sigo sentado, esperando a que amaine la tormenta que se está produciendo en mis ojos aunque sé que no es en mis ojos porque puedo verla perfectamente si los cierro. En la oscuridad, esa C titilante es casi una O. Casi un círculo perfecto pululando por mi cerebro y tocando algo, en algún lugar, que no debería haber tocado. El botón rojo, el no pulsar, el no cruce la línea.
Cualquier neurólogo estaría encantado de visitarme por dentro e investigar qué me ocurre.
La primera vez que vi los flashes fue en el trabajo. No era la alfombra roja. Me asusté. Desde entonces, me ha ocurrido muchas veces sin que hubiera un nexo en común, sin un previo, sin que pueda asociarlo a un hecho en concreto. Ocurre.
El círculo comienza a desplazarse hacia la parte externa de mi visión. Sé que se marcha porque su luz es cada vez más débil y el parpadeo se apaga lentamente. Llevo así diez minutos y quizá queden otros diez hasta que concluya el episodio.
Procuro restarle importancia. No le hago mucho caso. Espero y —al menos hasta ahora— es suficiente.
Me incorporo y retomo lentamente mi vida normal. Lo he superado. Sonrío.
Algún día tendré que ir al médico. Lo sé. Lo tengo en pendientes. Pero no va a ser ahora.
Ahora tengo que hacer una tortilla de patatas con cebolla.
Roberto Vidal es El Coach Nutricional. Su página web es un absoluto horror, pero su cuenta de Instagram resulta muy útil porque realiza pequeños análisis de productos que te pueden ayudar a saber si son o no interesantes.
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Bueno,da gusto saber que no soy el único hipocondriaco 😂🤣