Cuelgo el teléfono.
Al otro lado se ha quedado la madre de una niña de 13 años que ha llamado para buscarle una actividad extraescolar a su hija.
La conversación ha sido corta, apenas unos minutos en los que me ha contado qué buscaba pero en los que he notado algo, un leve matiz de ansiedad y la esperanza de, finalmente, encontrar un lugar para su hija.
Frases como ‘aquí no ha conseguido hacerse un grupo’ o ‘me gustaría que se ilusionara’ encienden mis alarmas.
Cuelgo y me quedo pensativo: ¿qué puede hacer que una niña de 13 años no encuentre su lugar? Lo tiene todo por delante, toda la vida y sin embargo me da la impresión de que no está bien. ¿Cómo es posible? ¿Quién hace que no esté bien? ¿Será suficiente la dedicación de su propia madre?
Miro la foto de perfil del WhatsApp de la madre cuando le envío la batería de información. Salen los cuatro, abrazados. Parecen felices.
Ojalá encuentre su sitio pronto.
2
Tengo una duda.
¿Qué come tu padre viudo? El mío come poco, raro y regular.
Justo hoy nos hemos cruzado en el supermercado cuando he ido a comprar algo de comer para llevar al trabajo (suele ser una ensalada, pero prácticamente siempre me llevo la comida de casa). Me acerco al lineal en el que estaba escudriñando legumbres envasadas y, tras los abrazos y besos del encuentro, me fijo en lo que habita su cesta de la compra: huevos, una barra de pan, una cuña de queso, legumbres en bote y huevos cocidos.
Huevos cocidos.
—Eres el target de los huevos fritos de Mercadona —le digo, en tono jocoso.
Enseguida se excusa. Sé que siente algo de vergüenza por haber comprado huevos cocidos que puedes hacer en casa sin ningún tipo de esfuerzo en menos de diez minutos. Él, el padre, el adalid de las cosas bien hechas, comprando huevos precocinados.
Mi padre lleva quince años viudo y cuatro años jubilado e invierte su tiempo en lo que le gusta: estudiar una tercera carrera universitaria, el senderismo, la montaña, viajar y el yoga. Son hobbies muy comunes cuando tienes tiempo de sobra y dinero que los soporte, pero la soledad de la viudedad requiere el desarrollo de otras habilidades mucho más mundanas, como cuidar de ti y de tu alimentación así como de tu propia casa.
La limpieza del hogar la delega en una persona que tiene contratada pero todos, por suerte o desgracia, comemos tres veces al día y nuestro cuerpo pide una dieta sana, variada y equilibrada que echarle a las tripas.
Él no sabe cocinar más allá de huevo frito, hervido, arroz, pasta y ensalada. El resto de su alimentación de basa en frutos secos, quesos, lácteos, chocolates y frutas. De vez en cuando he encontrado entre sus víveres alguna bolsita de chucherías que yo también he picoteado. Ya lo dijo Jesucristo: No sólo de pan vive el hombre.
Mi abuelo también quedó viudo muchos años antes de morir. Tuvo que reinventarse (levemente) para sobrevivir y sobrellevar él solo el peso de un hijo alcohólico. Cuando mi abuela murió, mi abuelo ya se había jubilado y pudo disponer del tiempo bendito, pero toda su vida estuvo al margen, apartado tras la matriarca que se encargaba hasta de dejarle la muda
limpia cuando se metía en la ducha.Los abuelos de antes y los padres mayores de ahora vivieron vidas con baja responsabilidad en el hogar y no tuvieron la oportunidad o la voluntad de desarrollar habilidades culinarias o de cuidado de los hijos/nietos.
Sin embargo, la vida es muy puta, muy lista y muy corta y, cuando menos te los esperas, pone frente a tu cara todo lo que tienes que cambiar.
Y tiene que ser ya.
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Yo también compro los huevos cocidos 😬