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La primera y última vez que fui a un lasergame acabé sangrando por las rodillas y los codos.
Ataviado con el chaleco, la diadema y la pistola, me tragué el primer repechito1 que encontré en el circuito tropezándome con mis propios pies y empotrándome contra un muro separador.
Casi nadie me vio.
Me pasé los 20 minutos que duró el evento limpiándome la sang…