La primera y última vez que fui a un lasergame acabé sangrando por las rodillas y los codos. Ataviado con el chaleco, la diadema y la pistola, me tragué el primer repechito que encontré en el circuito dando una vuelta de campana y acabando contra un muro separador.
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La primera y última vez que fui a un lasergame acabé sangrando por las rodillas y los codos. Ataviado con el chaleco, la diadema y la pistola, me tragué el primer repechito que encontré en el circuito dando una vuelta de campana y acabando contra un muro separador.